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La próstata

Prostatitis e infecciones urinarias

Las infecciones del tracto urinario (ITU) constituyen un importante problema sanitario dada su frecuencia (sólo superada por las del tracto respiratorio), sus posibles complicaciones y sus consecuencias a largo plazo. Cuando afectan al varón es frecuente la resistencia de los gérmenes a varios antibióticos y que, por tanto, sea necesario realizar pruebas diagnóstico-terapéuticas específicas y tratamientos prolongados en muchos casos.

La uretra de la mujer está en la proximidad del área vulvar y perirectal, habitualmente contaminadas por gérmenes, y es de corta longitud, lo que facilita la infección. Debido a razones puramente anatómicas, el ascenso de los gérmenes en el hombre es más difícil, sin embargo puede ocurrir por circunstancias como una mala evacuación de la orina, llevar sondas, un crecimiento prostático, etc., que reducen la capacidad del hombre para defenderse de la infección que proporciona el vaciamiento completo de la vejiga.

Las infecciones urinarias son más frecuentes en la población infantil (sobre todo en menores de dos años) y en los mayores de 65 años. La incidencia en el grupo de edad más avanzada, el factor más importante es la obstrucción urinaria producida por el crecimiento prostático (tanto de origen benigno como maligno).

Si la infección se produce  en la próstata, el paciente orinará con mayor frecuencia y tendrá escozor y habitualmente fiebre. Además padecerá tenesmo (sensación de micción incompleta), molestias en la parte inferior del abdomen y su orina tendrá aspecto turbio y maloliente, incluso puede aparecer hematuria (sangre en la orina).

Uno de los factores más comunes y que más predisponen a padecer una ITU es la manipulacion de la uretra. Concretamente, lo más frecuente es la colocación de una sonda ya que facilita la entrada de microorganismos al aparato urinario. Debe limitarse su uso a pacientes que sufran retención urinaria, con incontinencia acompañada de heridas en periné o región sacra, a pacientes críticos o con fallo renal agudo que requieren un control preciso del volumen de orina que producen.

En cuanto a los pacientes portadores de sonda de forma permanente y prolongada, ante una ausencia clara de síntomas, no se deben tratar con antibióticos, pues lo habitual es que en las muestras de orina siempre aparezcan gérmenes, sobre todo si la sonda lleva colocada varios días. En estos pacientes, el uso de antibióticos para prevenir las infecciones no es un método eficaz para eliminarlas.